sábado, 10 de mayo de 2008

El guardián de la vejez















Este articulo lo rescate de el comercio publicado en marzo del 2007 y me pareció interesante por lo que a continuación se los presento:

Carlos Vela se ha convertido en el geriatra más querido por ancianos de todas las clases sociales. Él pertenece a una corriente médica que defiende la atención en el propio hogar en lugar de hacerlo en un gélido hospital. Y el regreso del "doctor de la familia".
A los 29 años conoció la vejez en carne ajena. Carlos Vela no había visto a ninguno de sus abuelos vivos, había estudiado Medicina en San Marcos especializándose en enfermedades infecciosas y tropicales y sus pacientes eran más bien jóvenes. Hasta que un estudio sobre poblaciones desprotegidas en la salud pública llegó a él como un bastón. "En ese estudio los ancianos estaban a la cabeza en la falta de un sistema de cuidados".
Y Vela decidió prender su apellido y crear --junto con otros amigos médicos-- una clínica geriátrica en Jesús María, que sirviera de modelo de atención. "Queríamos una casa de reposo que llenara las expectativas, pero no teníamos mucha experiencia y me fui dando cuenta de las carencias del trato al anciano". Carlos fue aprendiendo sobre todo la parte fisiológica del envejecimiento: el dilema --por el que pasan hasta los médicos más duchos-- sobre qué es normal por la edad y qué es una enfermedad.
No tardó en darse cuenta de que no tenía vela en ese entierro: "Recuerdo a una señora a la que su hijo le pagó el primer mes y después la dejó abandonada. Y tuvimos que correr con todos los gastos por un año. Uno se va involucrando con ellos porque son seres humanos con carencias afectivas y me di cuenta de que lo que puede ofrecerles una casa de reposo es deficitario ... no podía seguir siendo partícipe de eso".
Y decidió postular a la especialidad de Geriatría y Gerontología en la Fuerza Aérea del Perú. Estuvo tres años en el hospital de la FAP y partió a hacer sus pasantías en el Hospital Clínico de Madrid y obtuvo una mención en cardiología geriátrica en Sao Paulo.
Regresó con una visión proverbial: Ir más allá de los diagnósticos médicos y enfocar también la relación social y el entorno familiar del paciente: "Tenemos que averiguar si existen otras razones que ocasionan sus problemas de salud y si no tienen solución, ver cómo lo manejamos en términos de calidad de vida. Es una cuestión psicológica y social, que a veces es más importante que la cuestión orgánica". Esta labor la cumplía antes el 'médico de la familia' que atendía en confianza en las propias casas y hasta servía de consejero.
A sus 34 años, Vela reivindica esa figura casi olvidada y visita ancianos, a domicilio, con problemas de salud estables... y también a los moribundos que deciden pasar sus últimos días en la paciencia del hogar; desde los que viven en las zonas más pudientes (a quienes cobra con ganas) hasta quienes viven en las más empobrecidas (a quienes suele exonerar de pago).
ENVEJECIMIENTO SALUDABLEQuien mejor ha descrito en el mundo las condiciones en que se tratan a los pacientes con enfermedades graves o terminales ha sido, en Estados Unidos, la doctora Elisabeth Kübler-Ross: "El paciente es arrebatado de su ambiente familiar y llevado a toda prisa a una sala de urgencia... (allí) se verá rodeado de diligentes enfermeras, practicantes, internos, residentes, quizá un técnico de laboratorio que le extraerá un poco de sangre, un técnico en electrocardiogramas que le hará un cardiograma. Puede que lo lleven a los rayos X y oirá opiniones sobre su estado y discusiones y preguntas a miembros de la familia. Lenta, pero inexorablemente, está empezando a ser tratado como una cosa. Ya no es una persona. A menudo, las decisiones se toman sin tener en cuenta su opinión. Si intenta rebelarse, le administrarán un sedante y, al cabo de horas de esperar y preguntarse si lo resistirá, lo llevarán a la sala de operaciones o a la unidad de tratamiento intensivo, y se convertirá en objeto de gran inversión financiera".
Por esto, en sus libros, la famosa Kübler-Ross reivindica el ambiente familiar y querido para quienes se acerquen más al 'final': "Su familia le conoce lo suficiente como para sustituir un sedante por un vaso de su vino favorito; o el color de una sopa casera que pueda despertarle el apetito para sorber unas cucharadas de líquido, creo que es más agradable que una infusión. No voy a negar la necesidad de sedantes e infusiones, y sé muy bien por mi experiencia como médico rural que a veces pueden salvar una vida y a menudo son inevitables. Pero también sé que la paciencia y las caras y los alimentos conocidos pueden reemplazar muchas veces a una botella de líquidos intravenosos".
Por su experiencia personal, el doctor Carlos Vela lo confirma. Si ya es frío e impersonal el trato hospitalario con los enfermos graves y terminales, para con un anciano es glacial.
"No solo son maltratados en la espera de horas, sino que afrontan la mayor indiferencia porque no se los considera pacientes valiosos, por un sentido de prioridad, porque en relación a un joven o niño sus posibilidades de recuperarse son menores". Sin embargo, Vela ha descubierto que la cercanía con la muerte puede darles mucha vida.
COMO UN HIJO"Un geriatra sabe que el único final de la atención de su paciente es en la muerte misma". Manuela Rizo Patrón tiene 103 años en su partida de nacimiento, pero los cálculos de sus familiares le echan siete más.
Ella vive sola en una casa de Magdalena con tres cuidadoras. Vela la encuentra en su silla de ruedas, "mientras menos esté en cama en el día es mejor", desde hace cuatro años.
Rodeada por fotos antiguas de toda su parentela y figuras religiosas de la Virgen de Fátima, Manuelita solo puede expresarse con sus ojos oleados. Únicamente habla cuando siente algún dolor, la clave es que diga: "Jesucristo". O que cante en las madrugadas: "Salve, salve".
Cuando Vela la encontró ya le contaban los latidos, ahora le cuentan los accesos de risa repentina. "Ella hasta ha aguantado nebulizaciones fuertes, y aquí mismo tiene una cama clínica y una mesa con oxígeno y medicinas por su baja presión. Las cuidadoras saben que tienen que llamarme e informarme de todo. Una vez una de las empleadas tuvo un bebe y la familia no sabía qué hacer, yo les dije que se quedara con ella". Y para Manuelita fue un redescubrimiento maternal. La niñita ahora es la máxima preocupación de su existencia. Además de sus exclamaciones religiosas, suele decir de súbito: "Bebe, cuidado, te caes" y mantenerse al tanto de ella. La interacción de edades ha resultado en un espiral de vida. Manuelita es el ejemplo de la señora de buena posición económica que ha tenido un buen nivel social y lo conserva hasta el final.
Sin embargo, hay quienes como Teresa Jave ven pasar sus días por escaleras apolilladas, a punto de colapsar. Teresa tiene 74 años, es cajamarquina y vive en uno de esos solares con casas de balcones y techos altos de la cuadra cuatro de Jirón Puno en el Centro de Lima. La casa de su costado ya se derrumbó y su cuerpo también estuvo a punto de hacerlo cuando en un hospital su colesterol alto se hizo cómplice de su depresión para suprimir sus resistencias.
Ahora esta gran cocinera ("uffff, prepara un estofado de pollo espectacular y con eso me paga", dice Vela) se recupera en su hogar: con sus colores, sus olores, sus sonidos y sus gustos de tantos años. Y confirma también el poder de sugestión de los afectos: "El doctor es mi ángel, con solo verlo me sano, me ayuda con las medicinas y viene a la hora que lo solicito".
Junto a su televisor, donde nadie la cambia de canal en masa, y su radio, donde nadie le pone otra música que no sea la suya, Teresa afronta su hipertensión y su hipertiroidismo. "Aquí sé que mi almohada y mis sábanas solo las he usado yo, y que pase lo que pase estaré en mi casa con mi familia".
HOGAR DULCE HOGAR"Con los viejitos tenemos relaciones de amor intenso", afirma Vela; y no puede negar que las abuelitas le coquetean, porque su edad lejos de marcar distancia genera atracción.
Una vez tuvo que lidiar con una anciana de 80 años que tomaba una copa de whisky todos los días desde hace 40 años. Sus hijos le exigieron al doctor que se lo impidiera. "Pero no le hacía mal, y además le podría haber generado una abstinencia, incluso pasamos navidad tomando un pisco acholado".
Alguna vez atendiendo a una paciente de 89 años descubrió que ella tenía fotos de su madre cuando era niña: había sido su profesora del nido.
"Muchos cuando están en la paz de su hogar tienen un grado de lucidez y escogen el día de su muerte". Una viejita de 98 años le pidió celebrar su cumpleaños porque decía que sería el último. Vela se lo permitió, ella se juergueó y al día siguiente murió contenta.
"Más que sentirme afectado me queda una sensación de satisfacción porque a diferencia de otros casos, viene la familia a darte las gracias. Y te recomiendan a pesar de que irónicamente el paciente está muerto".
El tema de la muerte, como es obvio, es sujeto de constante discusión. Vela tuvo hasta una consulta específica solo para hablar del fin postrero. "Era una señora de 88 años, que había sufrido infartos cerebrales y tenía artrosis. Fue una situación difícil, pero son ellos los que dirigen la conversación, son muy sabios y eso hace más fácil dar tu opinión que tiene que ver con la ética profesional, porque a veces te piden que los dejes morir".
Vela también les suele hablar de la dimensión espiritual del ser humano, "hablamos de que también somos almas e intento tener humor, sin engañarlos con sus pronósticos, les digo que mientras haya vida, me permitan disfrutar de sus compañías. Pero la idea siempre los ataca".
La muerte también les preocupa por razones prácticas, como por el tema de la herencia, "los hijos no saben el daño que les hacen cuando se adelantan a discutir sobre quién se va a quedar con sus bienes".
No obstante también existe una discusión médica sobre la hospitalización en el hogar. En una casa no se tiene a la urgente enfermera que te saca la sangre, no hay cirugía de emergencia, si el paciente tiene un paro cardiorrespiratorio no hay reanimación que valga. "La muerte en casa en cambio es más rápida, más natural y muchos la prefieren porque les da paz".
 Paz, dulce paz.

Mg. Dante Arbocco Quesada
Asesor Empresarial
darbocco@yahoo.com
www.elcapitalhumano.com

No hay comentarios: